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Pastor Carlos Faria


Estando en Mendoza, el 24 de diciembre, antes de dar comienzo a la reunión que se iba a celebrar en la casa del pastor Jorge Lacovara, con todos aquellos que concurren ahí. Mientras meditaba en la palabra de Dios, y ante la insistencia del pastor del lugar, amigo y consuegro; de que ese día compartiera una palabra.

Sentado en la habitación que me habían designado, en la cama, mientras leía la escritura, y repasaba algunos apuntes, el cielo comenzó a burbujear, y como pocas veces en mi vida, los cielos fueron abiertos, y oí palabra del Señor que me dice: "Anuncia el año de los cielos abiertos en Argentina, anuncia el año de los cielos abiertos en ésta tierra; porque ha llegado el año de su plenitud, ha llegado el día de la manifestación, y el que había de venir se está acercando al río Jordán". Y la visión se hizo clara; esto que le acabo de contar el Señor me lo mostró y me dijo:

- Mi hijo, Carlos, va camino al Jordán, y el pueblo no lo sabe.

Yo dije – pero hay un pueblo que está esperando la manifestación de lo que Tú anunciaste.

- ¡Claro, si! Me dijo el Señor; lo que yo anuncié, tiempo atrás, fue que había nacido, y mi pueblo lo creyó; pero ahora quiero anunciar el año de la plenitud de la manifestación de Jesús, y cosas van a acontecer en éste tiempo como comienzo del ministerio profético que yo estoy derramando en ésta tierra, levantaré mis profetas los cuales traerán la palabra de Dios, y ésta palabra profética hará efectiva la manifestación en el tiempo que he decretado de mi hijo Jesús como persona en gloria, en poder, en gracia, en revelación y en amor.

Tiempo de santidad, oye joven, tiempo de llamado. Dios va a llamar en éste tiempo y los va a separar. Algunos tendrán que dejar todo, negocios, trabajo, estudio, ilusiones, proyectos.

Y el Señor comenzó a burbujear los cielos ahí, en Mendoza, me fueron abiertos, y le pedí permiso al Señor para profetizar esta palabra, para predicarla, para decirla. Mire no se lo que estaba haciendo, solo se que me era necesario hacerlo, porque yo estaba en mi asiento y con 15 que seríamos, 20, no se, seríamos ahí, mi cuerpo temblaba literalmente adentro. Y decía: profetiza, profetiza, profetiza, profetiza, ¡año de cielos abiertos!, ¡año de cielos abiertos!; pero ¿Qué estas viendo?, ¿Qué van a decir? estos que están acá, qué el pastor se les está por ir a otro lugar, atendiendo a su llamado. Acá ¿a estos? le voy a predicar, les voy a largar esta palabra.

-sí, este va a ser el primer lugar, y luego quiero que lo digas en Mar del plata, y luego que esta voz siga corriendo por todos lados donde vallas.
¡Año de cielos abiertos, año de cielos abiertos!
Es tiempo de cielos abiertos, es tiempo de llamados, Dios nos va a comprometer, es tiempo de plenitud, es tiempo de manifestación, es tiempo donde el Señor mismo se va a acerar a tu barca y te va a decir: ¡sígueme!, se va a acercar a tu mesa y te va a decir: ¡sígueme!
Es un tiempo de cielos abiertos este año 2007, y el Señor me dijo: profetiza; pero te pido por favor que no lo hagas numerológicamente como lo vienen haciendo; porque cuando se termine el 7, yo quiero ver de que van a profetizar estos seudos profetas, cuando vengan el 8 y el 9. No soy un número soy un tiempo y este es un tiempo de cielos abiertos; para alcanzar la plenitud de aquello que el Señor tiene.
¡Que hermoso tiempo! Que precioso tiempo en el cual el Señor anuncia.

Señor te damos gracias esta mañana; porque haz derramado tu palabra, los cielos como una boca se abre, los cielos son abiertos y viene el anuncio, la paloma ha descendido, el niño ha nacido, se acerca al Jordán como un hombre, la voz del padre resuena a todas las iglesias, pastores, apóstoles, evangelistas, maestros, profetas: este es mi hijo amado solo en él yo tengo complacencia, solo en él viene la autoridad del Cristo, viene el esposo, viene el rey. No más hombres cabalgando sobre su pueblo. Solo Jesús, solo la manifestación del Señor como Rey soberano, y esposo, sobre la que pagó el precio. Señor los cielos se han abierto, la paloma se ha posado, y aquel, como aquel que esta hablando, y que miró en todos éstos años cuando se abrirían los cielos. Este también anuncia hoy, éste que, Tú, por tu gracia levantaste como una voz, que cada día de su vida, miraba sobre los cielos, que escuchaba en sus oídos la pregunta de su pueblo ¿qué haremos, qué haremos?

Señor, yo quiero anunciar, un año de cielos abiertos donde tu gloria se manifestará. Tu llamado reverberará, los ojos de los ciegos serán abiertos, los oídos de sordos oirán, el cojo saltará como un ciervo, y hablará la lengua del mudo, y reverbera entre medio de tu pueblo la voz de tus profetas, la voz de tu ministros, que ante la llegada, están diciendo una sola cosa, una sola verdad eterna: "He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo", No hay hombre, no hay ministerio, no hay profeta que pueda quitar el pecado, solamente Jesús ¡aleluya!

Si vas a aplaudir al Rey de Gloria, al que Vive, al que Era, al que Es, al que ha de venir, sólo a El la gloria.

¡Bienvenido, bienvenido, aleluya, he aquí, aleluya, aleluya! Y anuncio un tiempo de profecía, de visiones, anuncio el tiempo de Joel sobre esta tierra, anuncio un derramar de su Espíritu, que dará respuesta a todos los sedientos, anuncio un tiempo de intercesión y de oración; porque El derramará espíritu de oración y espíritu de hambre por su palabra sin adulteración, y esto es un anuncio.


Señor, al norte sopla viento, al sur sopla viento de fuego, al este sopla viento, al oeste sopla viento del Espíritu.

He aquí ¡oíd ciego!, viene el que te da la vista, ¡oíd paralítico! Viene el que te da el camino y el paso para andar, He aquí mudos que vuestras lenguas se abrirán. He aquí que los muertos verán al Rey y vivirán.

Pueblo que está en tiniebla verán luz.

¡Cielos abiertos, día del Señor! Año nuevo de gracia, de plenitud ¡Señor! Se concreta lo que estábamos esperando.

Hay muchos aquí que acompañaran este día no como espectadores, sino como participantes, participantes de la obra del Señor. No solamente serán pueblo que come el pan, sino serán pueblo que reparte el pan, porque el pan lo recibiste de gracia, y solo bastó la bendición para que lo des de gracia y se multiplique en ti.